5 mitos sobre los trastornos de la conducta alimentaria que tenemos que eliminar de la conversación

 

Los trastornos de la conducta alimentaria son algunas de las enfermedades mentales más incomprendidas y rodeadas de mitos. Cada vez hay más investigación y datos, pero nosotros podemos hacer mucho cambiando nuestro discurso desinformado por uno compasivo y veraz.

 
 
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En mayo de 2019 me propuse –con el empujón necesario de un amigo– dejar instagram por completo. Me hacía mucho daño pasar tanto tiempo ahí, tanto por mis pobres ojos deslumbrados con la luz blanca, como por la pérdida de tiempo viendo stories. Pero sobre todo, por sentir que estaba involucrada con ideas de belleza, delgadez y “perfección” que tenían el poder de perturbar mi autoestima en cuestión de minutos. Estoy segura que todos los que tienen alguna red social han vivido esto de alguna forma.

Fue una de las mejores decisiones (o posiblemente la mejor) que tomé ese año. Regresé a instagram en abril de 2020 para el lanzamiento de care, y aproveché para ver si era capaz de cambiar mi relación con esta tecnología. Un año después, creo que lo logré. Por si alguien necesita un 101 de qué hice para regenerar mi uso de ig cuando regresé, esto fue: desactivé todas las notificaciones, hice un unfollow masivo a celebridades absurdas, influencers absurdos, marcas que no se alinean con mis principios de salud, ética y bienestar, y a personas que no tienen lugar en mi vida por diferentes razones. Dejé de publicar fotos y stories casi por completo (decidí que mi vida diaria no debía ser vista por quien sea, así que solo comparto care). Las únicas stories que veo ni siquiera son mis amigos más cercanos, son de mi maestra de yoga y las de un par de cuentas que me alegran cuando tengo pensamientos negativos. Lo que me lleva al último y más importante paso para lograr vivir en lo digital y no morir en el intento: me detuve a pensar ¿cómo me quiero sentir cuando entro a mi feed? Concluí que lo que me iba a beneficiar tenía mucho menos que ver con “inspo” y estilos de vida (editados), y mucho más que ver con mis propias preocupaciones, luchas y las causas en las que creo. Mi instagram ahora está lleno (además de #beaglesofinstagram), de personas que promueven el descanso, la empatía, el rechazo a la cultura de las dietas, información necesaria sobre salud mental, alimentación intuitiva, haes (salud en todas las tallas), la recuperación de trastornos de la conducta alimentaria, sanar la relación con nuestro cuerpo y mente, cuidar a los demás y a la Tierra. Estoy muy contenta de que esta plataforma cumpla con mis propios criterios de “calidad”. Care es más de lo que yo quisiera que todos vieran en su feed

Todo esto es un gran preámbulo para explicar que fue así como llegué a las cuentas de gente compasiva y profesional, entre ellas las de Raquel Lobatón y Gina Salame. Ambas son nutriólogas anti-dietas, que promueven la nutrición incluyente y están decididas a desmantelar la gordofobia y todas esas mentiras que a lo largo de los años hemos creído sobre la comida y nuestros cuerpos.

Hace unas semanas hablé con Gina, quien es especialista en trastornos de la conducta alimentaria (TCAs), para que me contara sobre su experiencia clínica, los prejuicios más comunes contra los TCAs, y lo que podemos hacer para reeducarnos en temas de alimentación. Lo primero que me mencionó fue que son desórdenes incomprendidos y complejos de tratar, “porque usualmente los hemos relacionado solo con el peso o la imagen corporal. Y son trastornos biopsicosociales, así que idealmente se deben tratar con un equipo multidisciplinario formado por especialistas de diferentes áreas.”

 
 

De ahí que me parezca importante saber un poco más de qué estamos hablando cuando decimos y creemos mitos así:

Solo afectan a mujeres blancas, heterosexuales, de alto nivel económico

“La realidad es que estos trastornos no discriminan, pero tenemos la idea de que se presentan solo en mujeres jóvenes, blancas y cisgénero”. Desafortunadamente, los TCAs se observan en todas las poblaciones sin importar edad, género, color de piel, condición socioeconómica, u orientación sexual. Esta creencia es prejudicial pues provoca que muchas personas no reciban tratamiento adecuado; que familiares, amigos e incluso médicos, no tomen en serio su problemática; o incluso que jamás se diagnostiquen. La realidad es que todos somos vulnerables a esto, como lo somos a tantas otras enfermedades mentales. La razón por la que hay un estereotipo de paciente de TCA es porque la doctrina de las dietas y la belleza es mucho más severa con las mujeres jóvenes, y porque son ellas las que con más frecuencia reciben ayuda. 

Las personas con un Trastorno de la conducta alimentaria solo tienen que comer más (o menos)

Aunque se presentan en forma de conductas desordenadas (o hasta peligrosas) con respecto a l alimentación, el trasfondo es, como bien me dijo la nutrióloga, biopsicosocial. Lo que lleva a alguien a desarrollar un TCA es un conjunto de factores que no se deben reducir solo a la ingesta calórica, y de igual forma, la recuperación tiene poco que ver con comer más o menos.“No podemos tratarlo solo desde ese ángulo. Los trastornos de la conducta alimentaria provocan una desconexión mente-cuerpo muy profunda. Se tiene que sanar todo eso, no solo la parte nutricional. Es la relación con el cuerpo, con la comida, con nuestras emociones”, asegura Gina. 

Como yo lo he aprendido a entender mejor a lo largo de varios años, es que la cognición está de cierta forma “secuestrada” por el TCA, y altera tanto los pensamientos como las conductas que de fuera parecen irracionales, fáciles de cambiar, dañinas, etc. Teniendo esto en mente, Gina Salame recalca la importancia de no culpar o avergonzar a quienes luchen con un TCA. Sobre todas las cosas, hay que recordar que “no es falta de fuerza de voluntad”.

Solo son de gravedad si son sus efectos son visibles en el cuerpo

Un mito muy prevalente es que los trastornos de la conducta alimentaria solo son “válidos” o graves si son visibles corporalmente. En otras palabras, tendemos a prestar atención a un TCA solo si la persona vive en un cuerpo muy delgado o en uno de mayor tamaño. Esto es completamente falso e incluso peligroso, porque un gran porcentaje de la gente que los padece tiene un peso “normal” y físicamente se puede ver san@. “Los TCAs pueden ser graves en todos los espectros del índice de masa corporal. No podemos juzgar la salud de una persona con tan solo verlos. Esto le quita cierta validez a su padecimiento e inclusio puede agravar las conductas”, subraya Gina; “además, hay que tener muy claro que TCA no es solo sinónimo de anorexia o bulimia, existen muchas otras conductas desordenadas con respecto a la alimentación que pueden ser igual o más graves, y se reflejan distinto en cada cuerpo”.

Es sinónimo de delgadez extrema

Si bien es cierto que “hay demasiada preocupación entre adolescentes por verse de cierta forma, que casi siempre es delgad@ y fit”, Gina Salame también advierte de no generalizar las causas de los TCAs. Para un porcentaje de aquellos que viven un trastorno así, la apariencia física no es tan importante como nos han hecho creer películas e historias, y podemos caer en el error de catalogarlos como personas superficiales, débiles, u obsesionadas con ser delgados, cuando la experiencia varía de un individuo a otro.

Otra manera de plantearlo, para evitar caer en este discurso, es intentar ver los trastornos de la conducta alimentaria como mecanismos de defensa ante trauma, ansiedad, estrés en el entorno familiar y social, y hasta cambios fisiológicos. Un ejemplo de esto, como me explica la especialista, es que “sabemos que hay ciertas etapas de vida en las cuales las personas son más vulnerables a desarrollar un TCA, como consecuencia de los cambios corporales y emocionales. Por ejemplo, la transición de niño a adolescente, del embarazo al posparto, y en el proceso de la menopausia”. 

No hay cura

“Todos los trastornos de la conducta alimentaria tienen su origen en la restricción”, me dice Gina de forma concluyente. Incluso el trastorno por atracón, es el resultado de un ciclo de restricción muy dañino para la salud emocional y física. La realidad es que “las conductas restrictivas y de compensación [ejercicio, vómito, laxantes, suplementos] están muy normalizadas y hasta celebradas en nuestra cultura. Y se sabe que las dietas son uno de los mayores fatores de riesgo para desarrollar un TCA”.

La pregunta obvia que se me viene a la mente es "¿en qué momento estos comportamientos poco sanos, aunque normalizados, se convierten en un problema que hay que tratar? Por suerte, tengo a quienes preguntársela. Mi psiquiatra me ha dicho que, en efecto, la cultura de las dietas, fitness, y en general el control sobre nuestra ingesta (léase regímenes keto, vegan, clean, paleo, y un largo etcétera) es una suerte de psicosis colectiva y aceptada, en la que todos nos vemos afectados de alguna u otra forma. Gina Salame opina lo mismo: “no se tiene que estar visiblemente enfermo para necesitar ayuda. Muchos de nosotros tenemos internalizadas estas ideas desde muy pequeños. Mi práctica como nutrióloga incluye trabajar estas creencias falsas para sanar la relación con la comida y con la imagen corporal”.

Toda esta sanación, en medio de un mundo que nos grita que comamos solo ensaladas, suena difícil, pero el mito de que las recaídas son de por vida, y que no hay “cura” para los trastornos de la conducta alimentaria es injusto, falso y muy poco esperanzador para quienes los viven. La evidencia apunta a que una recuperación íntegra se puede lograr. Desde luego, esta varía en tiempo dependiendo de cada persona, pero el consenso de expertos es que se requiere de una variedad de apoyos como la psicoterapia individual y/o familiar (cognitiva conductual o dialéctica conductual, por ejemplo), el tratamiento psiquiátrico (ambulatorio o internación), y la rehabilitación nutricional y alimentaria.

Como siempre, espero que ahondar en estos temas sirva a alguien, ya sea para sí mismo o para ayudar a otros. Lo que sí estoy segura, es que mi cambio en el uso de instagram mejoró mi ansiedad y mi autoestima, y ahora @ginasalame es una de muchas personas a quien sigo fielmente. Su postura en cuanto a la nutrición ética me da esperanza de saber que existen profesionales de todo tipo, así como personas en recuperación o recuperados de un TCA, que están en el lado correcto de la batalla: intentando cambiar las ideas y hábitos que hemos heredado para mal y muchas veces de manera insconsciente. Cuando le pregunté a Gina su opinión sobre lo común que es estar a dieta desde que uno empieza a poder decidir su alimentación, me respondió algo que espero pronto deje de ser la norma: “Creo que lo más irresponsable que puede hacer un nutriólogo es poner a dieta a niños y adolescentes. Por más ‘balanceada’ que parezca la dieta, sigue siendo una dieta. Y las dietas no funcionan. Se sabe que siempre se termina ganando más peso, es un ciclo de nunca acabar. Ordenarles a seguir una dieta es arriesgarlos a tener una mala relación con su alimentación y autoestima de por vida, y en el peor de los casos, arriesgarlos a desarrollar un trastorno de la conducta alimentaria”. 

Si quieren saber más de este tema, o desmitificar ideas que han escuchado, mándenos un mensaje en instagram @care_mx. Nos encantaría que continuara la conversación sobre los temas que más nos incomodan, nos intrigan, y nos afectan, con la participación de todos. 


Gina Salame es Nutrióloga Clínica (Ariel University Israel), especialista en Trastornos de la Conducta Alimentaria y Nutrición Infantil. Además de su trabajo multidisciplinario en el Centro Médico ABC, organiza talleres (https://www.bocaditosdeamor.com/cursos-y-talleres) sobre TCAs, nutrición incluyente y responsable, entre otros.

Puedes seguirla en Facebook (https://www.facebook.com/GinaSalameNutri/) e Instagram (https://www.instagram.com/ginasalame).