¿Qué es y cómo vencer el síndrome del impostor?

 

El síndrome del impostor es una de las experiencias humanas más universales, pero el acostumbramos a él y no hablar de nuestras inseguridades, lo suele agravar. Care te da algunos tips para empezar a superarlo.

 
Foto: Kira Auf Der Heid

Foto: helloimnik

 

Nuestro bienestar sería más sencillo de mantener si no dudáramos de nuestras habilidades, de nuestro talento, nuestras decisiones y nuestros logros. Por desgracia, esto no es siempre el caso, de hecho, es más frecuente de lo que yo misma pensaba antes de sentarme a investigar: el 70 por ciento de nosotros experimentamos el famoso síndrome del impostor alguna vez en la vida, especialmente en el ámbito laboral, grados académicos, y madres primerizas. 

Las doctoras en psicología Pauline Rose Clance y Suzanne Imes comenzaron a estudiar la sensación de fraude que experimentaban estudiantes universitarios. Se dieron cuenta que sus miedos y sospechas no tenían fundamento alguno y que, en la mayoría de los casos, cuanto más lograban, más desconfiaban de sus propios méritos. Lo bautizaron como fenómeno del impostor y publicaron su investigación en 1978. Desde entonces, muchos otros estudios han demostrado que es una de las experiencias más universales: se observa sin importar género, edad, situación económica, ocupación o nacionalidad. Una breve encuesta en Twitter me hizo comprobar esta prevalencia –al menos en mi círculo–, y apuesto a que si todos preguntamos, habrá muchos más que se sienten impostores de los que creemos. 

Para empezar, es importante aclarar que el síndrome del impostor no está considerado como una enfermedad mental (no se encuentra en el Manual de Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales), así que no te pueden diagnosticar clínicamente con esto. Y a pesar de que comparte algunos síntomas con la depresión y la ansiedad, no están necesariamente relacionados.

Aunque siempre ha estado presente en los humanos, desafortunadamente, como muchos de los males que nos aquejan en el presente, se ha incrementado a consecuencia de la presión por ser “exitoso”, de la cultura de la productividad, y de la sobre exposición a las vidas y aparentes logros ajenos en internet. Todos estos factores son una caja de petri ideal para generar dudas sobre nuestras capacidades, creer que nuestros logros son un error, que alguien va a descubrir que no sabemos lo que estamos haciendo, que no merecemos el puesto o la vida que tenemos, etc.Si has sentido algo de esto, probablemente has experimentado el fenómeno del impostor. La palabra hace alusión a hacerse pasar por alguien más, a fingir. Y, al menos en mi opinión, la sensación se asemeja bastante a eso. 

El síndrome del impostor se presenta como una desalineación entre nuestra autopercepción y nuestra realidad. Es por esto que no importa cuánto logremos, cuántos premios o ascensos o reconocimientos recibamos, simplemente no los internalizamos. La cadena continúa: seguimos cosechando éxitos, pero no sabemos por qué. Nos sentimos un fraude. 

Las señales de esta experiencia son muy variables de persona a persona, pero estas son algunas de las que se suelen manifestar:

  • Atribuir tu progreso a factores externos: un error, otras personas, una coincidencia, un golpe de suerte.

  • Miedo al fracaso.

  • Angustia de estar “engañando” a una o más esferas en tu vida.

  • Baja autoestima

  • Ansiedad

  • Culpa

  • Hacerse las preguntas... ¿qué me da derecho a estar aquí?, ¿cómo logré esto?

  • Sentirse insuficiente 

  • Poner más atención u obsesionarse con tus errores, fallas, defectos. 

  • Demeritar tus conocimientos y habilidades, incluso cuando hay evidencia objetiva.

  • Inseguridad ante las críticas constructivas.

  • No saber aceptar halagos y reconocimiento.

  • Insatisfacción con tu desempeño. 

Todo eso suena un poco catastrófico, pero hay buenas noticias: un poco de reestructuración cognitiva nos puede ayudar a superar el síndrome del impostor… ¿Qué significa esto? Hay que ejercitar la creatividad y, como dice la sabiduría popular, empezar a considerar la alternativa. 

Esto me lleva a la primera recomendación: por cada pensamiento negativo o de impostor, agrega uno positivo que te incluya como capaz  y partícipe de tu éxito: “¿Qué tal que sí sé lo que estoy haciendo?”, “¿Y si sí merezco lo que tengo?”. Puede ser solo en tu mente, pero de preferencia escrito. Hay que desacostumbrarnos a creer estos pensamientos como si fueran historias inalterables y este ejercicio nos ayuda a cambiar poco a poco esas ideas que tenemos sobre nuestra aptitud. Para hacer de este un proceso más completo, te sugerimos intentar algunas sesiones de terapia cognitiva-conductual, en la que un profesional de la salud mental confrontará todas estas creencias contigo de forma objetiva y paciente.

El segundo tip es hablar de ello. El síndrome del impostor se hace más fuerte cuando lo ocultamos porque lo alimentamos con falsas creencias que nadie nos puede rebatir. Admite con compasión que es normal dudar de ti mismo y, aunque sea difícil, comparte estos temores con quien tengas confianza. Amigos, pareja, compañeros, maestros, incluso tu jefe... 1 de cada 7 vamos a empatizar con tu situación y será más sencillo darnos cuenta, juntos, de lo irracionales que son muchas de nuestras ansiedades. #CaringIsSharing

Por último, un mantra muy útil para cuando surge el crítico interno: Nuestros pensamientos no son hechos ni verdades absolutas. Hay que dudar de ellos primero, antes de dudar de uno mismo. 


Se puede acceder al test de Impostor Phenomenon desarrollado por Pauline Rose Clance aquí.

Fuentes:

apa.org

pshychologytoday.com

ed.ted.com

nytimes.com