El primer paso para tratar la depresión es entenderla

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La depresión es uno de desórdenes más comunes –uno de cada seis adultos sufrirá depresión al menos una vez en su vida–, pero aún así, seguimos necesitando mucha información y apertura para comprenderla mejor.  

Hemos escuchado y usado el término “depresión” toda la vida, a veces en los contextos más inofensivos –“me quedé en un hotel horrible, súper deprimente”–, pero muchas otras, sin tener completo conocimiento de la condición. Tal vez imaginándonos que la depresión es sinónimo de estar completamente tristes y desganados, refugiados en la cama, sin considerar que se manifiesta de muchas maneras y que, incluso, es probable que nosotros mismos pasemos por un episodio depresivo. 

De acuerdo con estudios, la depresión afecta a uno de cada 15 adultos cada año, y uno de cada seis adultos vivirá un episodio depresivo al menos una vez en la vida. Además, algunos estudios sugieren que es más común entre las mujeres, y que los factores hereditarios influyen bastante, especialmente entre familiares de primer grado. 

Y, a todo esto, hay que definir la depresión. Este desorden es una enfermedad que afecta nuestros pensamientos, sentimientos y comportamiento de manera negativa, causando tristeza y pérdida de interés en las actividades que normalmente disfrutamos. Cuando un episodio dura dos semanas o más, y tiene efectos significativos en nuestro estilo de vida, entonces puede hacerse el diagnóstico.

Entre los principales síntomas de la depresión, destacan el sentimiento de tristeza, la pérdida de interés en actividades de la vida cotidiana, los cambios en el apetito y el sueño –tener más o menos hambre y/o sueño de lo normal–, el cansancio y la dificultad para concentrarse. En algunos casos, también puede afectar la manera en que hablamos y nos comportamos, provocando que nos movamos más lento o que no podamos quedarnos quietos.  

Quienes hemos pasado por un periodo depresivo sabemos que no siempre es fácil detectarlo, ni siquiera para nosotros mismos. Yo he tenido un par de episodios, y en el más reciente, me tardé en admitir que lo que me estaba pasando era mucho más que un enorme estrés laboral o la tristeza por un break-up. Sabía que no era normal sentirme tan cansada, y tener tan pocas ganas de hacer las cosas que más me gustan, como ver a mis amigos o comer cosas deliciosas. Pero aún así, me costaba mucho aceptar que no podía lograr sentirme mejor ni con todo el esfuerzo del mundo y el de mi terapeuta, que fue quien me diagnosticó y, con una paciencia enorme, me ayudó a recuperarme poco a poco. Y sobre todo, me ayudó a entender que lo que estaba viviendo no era razón para sentirme débil ni avergonzada. 

Todos podemos sufrir depresión, incluso la gente que parece ser la más alegre y despreocupada, o la que nos da la impresión de tener una vida perfecta. La depresión puede ser consecuencia de un evento triste o doloroso, como una pérdida, o llegar sin que le encontremos una causa concreta, cosa que a veces la convierte en una situación más frustrante. Factores como nuestra genética, nuestra personalidad, o la misma química de nuestro cerebro pueden ser determinantes en qué tan propensos somos a sufrir depresión. 


La buena noticia es que es un desorden muy tratable. La terapia, por supuesto, es una excelente herramienta para aprender a reconocer nuestros pensamientos y emociones, y encontrar soluciones a lo que a veces parece imposible. En algunos casos, los medicamentos también son una gran ayuda, pero es imprescindible tomarlos siempre bajo supervisión médica. Y por último, lo más importante de todo: para tratar la depresión hay que ser honestos con nosotros mismos. Aceptar que no nos sentimos bien duele, pero también es súper liberador. En el momento que admitimos que necesitamos ayuda –de un médico, de nuestros amigos, de nuestra familia, y de nosotros mismos–, el camino frente a nosotros cambia, porque ya sabemos hacia dónde queremos ir. Y aunque el proceso de recuperación puede ser más lento de lo que quisiéramos, siempre vale la pena trabajarlo. Todos merecemos disfrutar de nuestro día a día. 

Foto: Craig Whitehead


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